El patrimonio de Castilla y León

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sábado, 16 de enero de 2010

Complejo industrial de Mirat (Salamanca)

EL CONVENTO QUE SE ESCONDÍA EN UNA FÁBRICA
Critican que la reparcelación de la planta de abonos de Mirat en Salamanca no tenga en cuenta los restos de Los Jerónimos

F. Gómez
El Norte de Castilla
Arcos de exuberante decoración, escudos labrados de enorme calidad y unas sorprendentes dependencias subterráneas del siglo XVI son la otra cara del complejo industrial de Mirat. En la que ha sido durante décadas la fábrica salmantina por excelencia y al cobijo de su llamativa chimenea, perviven, ocultos y desconocidos para la mayor parte de los ciudadanos, los restos de lo que fue una impresionante construcción, el convento jerónimo de Nuestra Señora de la Victoria.
Son los caprichos que el paso del tiempo tiene a veces en una ciudad patrimonial como Salamanca. Restos, apenas una pequeña parte de lo que en su día fue el complejo religioso, que sin embargo, corren el riesgo de no ser tenidos en cuenta, según ha criticado la asociación Ciudadanos por la Defensa del Patrimonio de Salamanca. La fábrica será desmantelada, cuando determine su traslado a otro punto de la provincia, y gracias a un convenio con el Ayuntamiento que ha sido prorrogado en varias ocasiones, el espacio dará paso a una nueva zona residencial y a una reorganización vial. Sin embargo, el colectivo ciudadano ha decidido acudir al periodo de alegaciones del proyecto por considerar que no se han realizado los pertinentes estudios históricos, así como el inventario de los bienes patrimoniales que subsisten en el interior de la fábrica.

Interés patrimonial
La asociación considera que el proyecto «no tiene en cuenta los bienes muebles e inmuebles existentes en los terrenos afectados, de un elevado interés patrimonial por los valores excepcionales que concurren en los mismos y que se verían gravemente afectados». Por este motivo, se ha dirigido a la Consejería de Cultura para que solicite la elaboración de este inventario patrimonial y se supedite la aprobación de cualquier intervención urbanística las medidas, incluyendo las arqueológicas, que garanticen la protección y conservación de los diferentes bienes que se encuentran en los terrenos afectados.
Los orígenes del convento se remontan a 1475, cuando durante el asedio de Salamanca por las tropas de Juana 'La Beltraneja', el corregidor Francisco Valdés prometió dedicar una gran obra en honor a San Jerónimo si la ciudad, adscrita al bando de Isabel La Católica, no caía.
Las obras comenzaron en el año 1512 y culminaron años más tarde levantando uno de los mayores complejos religiosos de la floreciente Salamanca del siglo XVI bajo el nombre de Nuestra Señora de la Victoria. Existen testimonios documentales que señalan, de hecho, que este convento fue elegido por su grandiosidad como modelo para muchas construcciones religiosas que se llevaron a cabo en los años siguientes en América.
Tras cerca de tres siglos de esplendor, el convento, al igual que un tercio de las edificaciones patrimoniales salmantinas, fue prácticamente devastado por las tropas francesas. Poco después de la Guerra de la Independencia, el complejo era clausurado definitivamente y desacralizado.
Los terrenos fueron adquiridos para una primera y fallida experiencia industrial que, sin embargo, arrasó con la mayor parte de los restos que todavía podrían encontrarse. Finalmente, el solar llegó a manos de la familia Mirat, que levantó la actual fábrica de abonos aprovechando algunas partes de la construcción religiosa que todavía se mantenían en pie.
De esta forma, la fábrica conserva, como insertos en una segunda piel, vestigios de muros, bodegas y algunas de las estancias del antiguo convento. Restos entre los que destacan el gran arco abovedado de más de tres metros y atribuido al célebre Juan de Álava (autor de la Casa de las Muertes o del Colegio Fonseca), así como varios escudos primorosamente labrados que hablan de la importancia del convento.
Chimeneas, naves del siglo XIX, largas arquerías de ladrillo y bóvedas construidas en la reforma del siglo XIX que conforman, según el colectivo, un testimonio esencial de su periodo industrializador.

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